lunes, 5 de abril de 2010
Dar el salto
Puede que muchos se encuentren en la misma situación que yo, se pasan la vida pensando pero actúan bien poco. A mí me gustaría actuar más de lo que pienso, pero a la hora de la verdad, mis pies parecen ser de plomo y me quedo agarrotado cuando hay que tomar decisiones. Tengo que tener las cosas bien claras, haberlas analizado meticulosamente, testeado una y otra vez... Mucho pensar y poco actuar.
¡Pues mal! Actuar, Actuar, Actuar. Eso es lo que me digo cuando debo tomar una determinación decisiva. Sé que soy en ocasiones demasiado analítico, y por eso freno los pies cuando veo irregularidades que minimizan el objetivo a alcanzar.
Pensando visualizas lo que puede ser. Pensando extraes los puntos clave en los que debes centrarte. Pensando creas el plan, forjas la estrategia, escoges las tácticas. Pensando evalúas la situación para determinar si actuar merece la pena o no.
Pero cuando actúas empiezas a remover lo que verdaderamente existe, no lo que presupones. Actuando te haces daño, pero a la vez aprendes. Actuando exploras y descubres más. Descubres que no era para tanto o por el contrario que al final era más difícil de lo que parecía en un principio. Pero lo mejor de todo ello es que logras una experiencia, experimentas una realidad que antes desconocías.
Hasta hace bien poco me he empezado a lanzar a la piscina en ciertas cosas, pero considero que debería hacerlo en las que realmente merecen la pena, porque las experiencias de éxito o de fracaso me han enseñado algo muy importante: No te quedes con la duda, más vale un fracaso a tiempo que cien victorias fáciles.
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