
Existe un momento en el cual queremos hacer tangible nuestro negocio. Es el momento de invertir. Aquí es cuando todas las ideas fantásticas dejan de serlo y sólo siguen adelante aquellas en las que realmente crees. Con el dinero en la mano todos los sentimientos verdaderos salen a la luz, el estómago se estremece y activamos nuestros mecanismos de defensa al máximo. Las ideas utópicas se deben quedar en el tintero hasta que un conjunto de cifras nos confirmen que no son utópicas y que se pueden poner en práctica.
El que pone el dinero quiere ver resultados y si observa que esos resultados están basados en la ciencia ficción, tuerce ligeramente la cabeza, frunce el ceño y es entonces cuando retrasa su posición cogiendo el fajo de billetes para metérselo de nuevo en el bolsillo.
Hoy por hoy, y con la actual crisis el número de escépticos se ve claramente incrementado. Ya nadie quiere invertir en “magia” porque la “magia” no da de comer a corto plazo. Hoy más que nunca debemos ser capaces de demostrar que tenemos algo más que ideas potenciales, tenemos que demostrar que esas ideas tienen forma. Y en términos empresariales, la forma de negocio más creíble viene dada por una cuenta de resultados. Ya lo dice el refrán:
Un Cash Flow positivo vale más que mil maquilladas palabras
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