jueves, 16 de abril de 2009

Reconocer los propios errores

A lo largo de nuestras vidas nos vemos enfrentados con otras personas como consecuencia de las disputas que afloran de las relaciones humanas. En mi corta experiencia me he dado cuenta de que cuando surge una de estas discusiones suele ser como consecuencia de un malentendido. En una relación se produce un cruce de intereses que genera tensión, y esta tensión muchas veces nos lleva a dar pasos que no debemos dar. Cometemos errores, y el primer paso que debe dar uno es reconocerlos.

Uno de los comportamientos clásicos de dos personas que acaban de discutir es que una de ellas se justifica diciendo que la otra persona dijo o hizo algo que no debía y por eso mismo reaccionó.

En el clásico comportamiento reactivo la persona se ve seriamente desbordada por la situación. Pierde totalmente el control de sí misma para tomar una decisión equivocada. Su atmósfera social le afecta en exceso y cuando las tratan bien se sienten bien, pero cuando las tratan mal se vuelven defensivas. De este modo se vuelven sensibles a la conducta de otras personas permitiendo que los defectos de estas otras los controlen.

En un pequeño extracto del Dhammapada (el texto más popular del Budismo) se cita lo siguiente:

“Me golpeó, me insultó, me venció, me robó” En quienes alberguen pensamientos como estos nunca cesará el odio.

“Me golpeó, me insultó, me venció, me robó” Quienes no albergan estos sentimientos están libres del odio.

Porque el odio no cesa nunca por el odio. El odio solo cesa por el amor.


Siempre he tratado reconocer mis errores cuando los comento y no obcecarme en el por qué de ese error ni justificar mi reacción por el comportamiento de la otra persona.

Cuando de mis relaciones humanas surge una disputa me pregunto qué he hecho mal yo. Cuando lo encuentro procuro decir “Lo siento, ha sido mi culpa” y finalmente busco o pregunto la manera de cómo lo podía haber hecho mejor.

Muchos lo pueden considerar un pensamiento débil, pero para mí prevalece el valor de la relación que el valor del orgullo o de la razón.

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