viernes, 31 de julio de 2009

La sociedad del consumo


Cuando digo que la crisis era un fenómeno predecible y que ya era hora de que nos tocara "vivir un poquito peor" me suelo topar generalmente con una mueca torcida y una mirada amenazante. Sí, son muchas las familias que han perdido su principal fuente de ingresos y están a verlas venir. Tranquilos, siempre puede uno empezar a buscarse la vida de nuevo y a vivir más humildemente. Lo que pasa es que la pereza nos aletarga hasta tal punto que parece más efectivo empezar a echar la culpa a otros por nuestros propios males. No merece la pena lamentarnos, es un innecesario derroche de energía que podríamos utilizar para empezar a hacer lo que finalmente terminaremos haciendo, que es buscar la salida al difícil contexto que se nos ha planteado.

Para todas estas personas que se encuentran en una situación parecida les puedo comunicar que no, no se van a morir de hambre, sus hijos van a poder seguir yendo a la escuela y si tienen salud, ¿Qué más pueden pedir? Otros países no tienen la suerte de estar en la privilegiada situación en la que nos encontramos aquí en occidente y ellos sí van a morir de hambre, sus hijos no podrán ir a la escuela y los medicamentos no llegan a tiempo para curar una enfermedad que a nuestros ojos aparenta inofensiva.

Ya hemos experimentado el sabor del consumo desmedido, y éste ha tocado techo. Es ahora cuando toca dejar ese sentimiento hacia un lado para empezar a preocuparnos por las cosas que realmente tienen relevancia. Al parecer, las teorías económicas que predigeron la sostenibilidad del sistema estaban equivocadas y es ahora cuando toca pagar el pato. En un artículo publicado por Amanda Mars se comenta lo siguiente:

El placer más o menos efímero que el consumo genera no tiene visos de desaparecer, pero el consumismo no es algo consustancial a la persona, "es consustancial a nuestro sistema económico, que sólo puede sustentase sobre una sociedad que nunca deje de comprar", se apresura a matizar el psicólogo Javier Garcés.

Cuando comenzó la sociedad de bienestar, las teorías humanistas de los años cincuenta y sesenta pronosticaban que el ser humano aumentaría y aumentaría su consumo hasta un límite, superado el cual empezaría a bajar su ritmo de adquisición de bienes y servicios y empezaría a preocuparse por otras cosas. "Ahora todo esto nos parece absurdo, pero entonces no lo era. No se puede pronosticar el futuro", apunta Garcés. Lo que sí sostiene es que la debacle económica, con la cota de más de cuatro millones de parados, ha tenido un efecto traumático para todos los consumidores, estén o no afectados por la crisis, y su perfil no volverá a ser el mismo.


En efecto, no volveremos a ser los mismos, y de hecho me alegro de ello puesto que eran muchas las actitudes de consumo exacerbado que hacían soslayar mi andadura para evitar asemejarme a unos seres que incineraban sus carteras con el fin de satisfacer su insaciable ansia.

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